¡Otra vez, Andrés!

Un libro negativamente favorable para matar el tedio, morigerar el dolor de la vida cotidiana y enrostrar los complejos de culpa de una época inocentemente culpable. En ¡Otra vez, Andrés! se confronta en forma descarnada dos niveles de la sociedad peruana: la institucionalidad formal de las jerarquías y valores enfrentada por la informalidad caricaturesca, sórdida y cruel de los seres marginales.

El eje narrativo de la tragicomedia se condensa en la imaginaria enfermedad de su protagonista principal, Andrés, quien arrastra a los que lo rodean al torbellino de sus propios fantasmas y angustias delirantes. ¿Y qué podría esperarse de él si está rodeado de seres lascivos y perversos? Difícil contraposición entre la salida individual y la ética social. Sin embargo, la tragicomedia deja a consideración del público la solución de este conflicto y sus efectos colaterales

El autor, tal vez deliberada o ingenuamente, recusa las convenciones del teatro tradicional escénico con un argumento citadino que posee el mérito demoledor de rechazar lo sublime burgués, hipócrita, con sus máscaras mutables y falsas de la existencia frívola. Pero su transgresión es moderada y hasta regulada por el statuo quo vigente.

Cabe preguntarse si con ¡Otra vez, Andrés!, Ramos Berrospi, ¿no estará queriendo calmar su náusea existencial, como lo hizo Sartre en El muro o Los caminos de la libertad, poniendo a prueba la capacidad de escándalo del público? De este modo inicia, entre nosotros, una visión criticista a través de la ironía tragicómica de personajes pequeñoburgueses y desarraigados, entrampados en el callejón de la fatalidad alienante. ¿No es acaso, la bohemia romántica una reiteración de temas nostálgicos entre un bosque de cervezas o una damajuana de refino en bares promiscuos?

Así son las penas y las botellas de unos hombres en soledad que llenan sus almas de mayor angustia en cada trago, procurando capturar recuerdos otrora felices.